24 de mayo de 2023
¿Qué pasa cuando tu hijo o hija viene a terapia?

Una de las situaciones más habituales que ocurre cuando llega un niño/a o adolescente a terapia es que la demanda de los padres difiere de la necesidad de su hijo o hija.
Esto quiere decir que la petición de ayuda por parte de los padres suele ser por síntomas del tipo: mala conducta, malas notas, hiperactividad, falta de concentración, inestabilidad emocional, actitudes del menor que no concuerda con lo deseado, esperado…etc. Normalmente es lo que más ruido hace y de lo que se habla en un principio.
Pero lo que las psicólogas vamos descubriendo según avanza el proceso de terapia son las verdaderas necesidades del niño/a. Vamos entendiendo sus deseos profundos y sus dificultades emocionales. Su conducta es un síntoma de todo esto.
Los síntomas
La infancia se caracteriza por la dificultad para comunicarse verbalmente y por tanto la forma habitual suele ser psicosomática (a través del cuerpo) o con conductas y reacciones.
Esas conductas o síntomas físicos son lo que más preocupan a las familias: tics, trastornos alimenticios, brotes de agresividad, dolores nerviosos, suspensos académicos, ataques de ansiedad… cosas que hay que “arreglar”.
Pero todo eso son síntomas. Son consecuencias manifiestas de otros problemas más inconscientes o subterráneos.
El trabajo terapéutico
La terapia consiste en ir ordenando y comprendiendo, levantando capas, sosteniendo, construyendo. Durante este proceso el objetivo principal es el bienestar del menor.
En ocasiones, priorizar al niño/a no concuerda con lo que esperan sus padres. De hecho, en muchas ocasiones son los padres los que proyectan temas propios inconscientes sobre sus descendientes.
Por ejemplo, a veces que el adolescente se rebele es signo de buena salud, aprende a diferenciarse y a buscar su propio camino, necesario a esa edad. Otras veces las notas no son lo más importante, en casos de niños hiperexigidos o sobreadaptados. Otro ejemplo es que no se posicionen durante un divorcio, otra dificultad paterna es poner límites necesarios porque parezca que les “dañemos”.
Que sean obedientes o no molesten tampoco debe priorizarse a sus necesidades reales de actividad, exploración y juego. Que se equivoquen a veces es un aprendizaje necesario para gestionar su frustración.
La comunicación con padres y madres
Al principio se puede sentir algo decepcionante cuando la familia recibe el feedback de la terapeuta. Pero una vez que se explica, se comprende, se trabaja, se distingue lo que es de los padres versus lo que es del menor, las cosas comienzan a cambiar.
Y cambian para bien, porque el trabajo es desde dentro hacia fuera, es decir, primero el bienestar interno y luego se refleja en las conductas externas. El niño/a comenzará a sentirse mejor, en armonía consigo y con su entorno. Si somos capaces de tolerar su desarrollo de manera no manipulada por nosotros sino acompañando y respetando, guiando y dejando hacer, entendiendo lo que le ocurre en cada momento, los síntomas dañinos irán remitiendo.
En definitiva, si amamos a nuestros hijo/as, querremos que sean ellos mismos y que estén sanos y felices.
Artículo escrito por Silvia Igualador, psicóloga.