30 de enero de 2020

Kobe Bryant es mi vecino. Muerte, pérdidas y duelo

“Con la edad, lloro hasta en sueños por la belleza de un cuarto lleno de obras de arte y por la emoción de ser la primera en entrar a un castillo medieval recién descubierto. Si así soy soñando, según voy cumpliendo años, soy más y más sentimental también en mi vida real.

Tengo miedo a la muerte

Se ha muerto Kobe Bryant. Ni me gusta el baloncesto, ni, hasta el otro día, tenía mucha idea de quién era él. Hasta leí mal la primera noticia que me llegó y pensé que se había muerto el otro, Lebron (¿qué clase de nombre es ese? Al principio pensaba que el nombre era James, pero no, soy una inculta, baloncestísticamente hablando, cada uno con lo suyo).

El caso es que se ha muerto Kobe (que ahora es cuando he aprendido que se dice “Kobi” y no “Kobe”, como el buey), y me he quedado triste. Cuando se mató, leí una noticia aislada antes de irme a dormir y, de repente, se multiplicaron y había cientos, miles de artículos hablando de él. En menos de 24 horas, conocía a su familia, sabía el modelo del helicóptero en el que viajaba, sabía quiénes eran sus amigos, cuáles han sido sus logros profesionales y personales… De repente, Kobe Bryant se ha convertido en mi vecino más querido y, yo, me he quedado triste porque ya no está, por su familia y por todas las de los que murieron con él. Y eso que, en realidad, me importa un carajo, con perdón. Ya es oficial, ahora soy como esa señora mayor que hace suyos -y personales- los problemas de cada famoso que ve en la tele, para sentirse parte de algo.

De repente, también, sentí un miedo atroz, me sentí delante de un precipicio. Miedo a:

  1. …que todo cambie de repente
  2. …que suene el teléfono y me digan que algo terrible ha pasado
  3. …que se muera alguien muy querido
  4. …que me muera yo
  5. …la muerte, así en general

A mí, que me lo expliquen

Pienso que hay muertes absurdas. Por ejemplo, por qué narices coges un helicóptero si la niebla no te deja ver lo que hay a un palmo de tus ojos, por qué, Kobe, por qué (como lo de Manolete, si no sabes torear, pa´qué te metes, pues eso). Siento que es una muerte innecesaria, de esas que te hacen sentir enfadada en un primer momento y triste después.

Deberían, deberíamos, prepararnos para la muerte. Al fin y al cabo es muy raro que no te cruces con ella a lo largo de la vida. Se ha muerto gente a la que quiero de verdad y más que se morirán. O puede que los que se mueran sean gente a la que yo no conozco pero que son importantes para alguien a quien quiero. En fin, la vida. La muerte. Cojones, que todos nos vamos a morir, más tarde o más temprano, que no es algo que podamos evitar, vaya.

Lo que no sé es cómo se prepara una.

¿Habría que habernos hablado de la muerte desde pequeños?

¿Realmente un niño entiende qué es la muerte?

¿Hablar de la muerte y saber que existe, te prepara para llevar mejor la desaparición de alguien a quien quieres?

¿Cuáles son los pasos que hay que dar para superar una muerte, hay un tiempo normal en el que hay que superarla? Ayudaría mucho saberlo, la verdad.

Grafitti en memoria de Kobe y su hija

Muérete para que te quieran

Ha sido tal el revuelo y Kobe se ha convertido en el vecino simpático y querido de tantas personas, que estoy segura de que muchos han cogido el teléfono y han limado roces, han dicho te quieros y han repartido abrazos. Un revulsivo que muchos han aprovechado en beneficio propio. Estoy convencida de que no me ha tocado sólo a mí sentir el miedo a la muerte propia y ajena, la inseguridad de que todo se puede ir al traste en un minuto.

Saber que la muerte es implacable y, sobre todo, saber que, la muy cabrona, puede llegar en cualquier momento y circunstancia, por absurda e innecesaria que parezca, nos hace sentir frágiles.

  1. Sentir miedo a morir nos acerca a las personas de nuestro alrededor, sentimentalmente hablando
  2. Cuando alguien se muere, de repente es un ángel caído del cielo y, en un primer momento, se olvidan todos sus pecados. Todo pasa, claro y, con el tiempo, las cosas vuelven a la normalidad
  3. Parece que, cuando la sombra aparece, te quieren o quieres más. Es el miedo a que te mueras, a morirse ellos, a perder lo que se tiene. Se valora más o, en realidad, dejamos llo negativo a un lado, hasta verlas venir

No me digas que tú no has pensado en esto de un minuto y chimpúm, no has ido con más cuidado por la calle, no tienes en tu mente eso de que a ti no te va a pasar, lo de la maceta que mata a uno, eso no va contigo. Tú vas a morir en el momento adecuado, sin traumas y despidiéndote de todo el mundo. Pues no. Así no va a ser, o puede que sí, nunca se sabe. Pero tú, por si acaso, ten barrida la casa, no vaya a ser.

Recuérdame para siempre o tiraré de tu manta por las noches

De Kobe no tengo yo ningún recuerdo en particular, quizás el helicóptero del centro de Madrid que pasa cada poco y que, durante un tiempo, me hará pensar en su accidente, pero poco más. Ya te digo que hace bien poco que le conozco tanto (y ya le echo de menos, estoy pensando hasta en votar lo del logo de la NBA, mira tú, tan parte de mí es ahora, y no sé ni cómo ha pasado).

Otro tema que me agobia es el tema del legado que dejas. Y no hablo aquí del legado sentimental, de las obras, de la eternidad… que también un poco, para qué te voy a engañar. Hablo del legado material. Dejando aparte la herencia, que ya se pelearán los buitres (o no) por ella, me preguntó qué pasará con mis cartas de juventud, con mis escritos personales, con mis fotos más íntimas, con mi vibrador y mis picardías. Cómo cambia tu recuerdo de una persona cuando lees su diario, cuando le conoces más de lo que la conocías, cuando descubres la persona detrás de la madre, su yo más sincero, sus pensamientos y sus deseos no cumplidos.

Creo que voy a poner todas estas cosas en una caja con un cartel bien grande en el que ponga “quemar sin mirar”. Aunque, bien pensado, eso es como decir, no tocar el botón rojo, que al final siempre hay quien lo aprieta. Sirva esto como testamento: quemar todo lo personal. Recordadme como lo vivido conmigo, hasta donde hayáis llegado. No me investiguéis, no vaya a ser que dejéis de querer.

La eternidad de los muertos

Creo que Kobe (“Kobi”, sigo haciéndome mentalmente a la pronunciación de su nombre, pero sigue recordándome a Cobi, grandísimo icono de los 90 y mejores recuerdos) ha alcanzado la eternidad. Al menos su yo en la tierra. Ya han empezado a aparecer los milagros y las coincidencias, ¿no ha habido alguien ya que tiró un triple y lo metió en el minuto 24?. Los demás no podemos aspirar a tanto. Y, en realidad, a quién le importa. Puede que a los que se queden, a los que te sucedan. ¿Ayuda eso a aceptarlo mejor?

Me acuerdo de que a mí sí que me ayudó ver los funerales de los míos llenos a rebosar. ¿Superficial? Quizás. Pero sigue alegrándome cada vez que alguien me habla de ellos, les recordamos juntos, hacemos nuestras sus anécdotas y las repetimos una y otra vez. Puede que ésta sea nuestra eternidad, la del común de los mortales, estar en la memoria y trascender a nuestra propia muerte en reuniones familiares y encuentros de amigos.

Y hasta aquí mi reflexión de hoy. Mañana, si llega, ya te contaré más”.

¿Has sufrido alguna pérdida? ¿Alguien cercano la ha sufrido?  saber más sobre  psicología de pérdidas y duelo.

Carmina es una escritora colaboradora del Centro, que pone en palabras con cierta dosis de humor, las angustias cotidianas que nos preocupan a todo el mundo.

Artículo escrito por Carmina.