28 de febrero de 2019
Ludopatía: la nueva amenaza adolescente
En nuestra civilización los juegos de azar datan de hace más de 40.000 años, pero no fue hasta 1992, que la ludopatía fue clasificada como trastorno por la OMS. Es una conducta de riesgo que siempre ha estado ahí, pero en los últimos cinco años hemos observado cómo se ha convertido en una verdadera amenaza para los adolescentes.
La ludopatía es una alteración progresiva del comportamiento.
Una necesidad incontrolable de jugar, independientemente de las consecuencias negativas, pero no es una simple incapacidad de controlar los impulsos de jugar, se trata de un trastorno psicológico en el que se desarrolla una adicción al juego, tal como se produce la dependencia de sustancias químicas como la cocaína o el tabaco.
Según un estudio de los factores de riesgo de este trastorno, realizado por la Dirección General de la Ordenación del Juego, el 36% de las personas que desarrollaron una adicción se iniciaron siendo menores de edad.
La amenaza está a la vuelta de la esquina
Algunas casas de apuestas ofrecen un café y un bollo para desayunar por 1€, invitando a su clientela a entrar desde temprano, una vez ahí, el ambiente sin luz natural hace imperceptible el paso del tiempo. Solo en la comunidad de Madrid hay más de 635 locales y en muchos de ellos, permiten la entrada a menores, y se incumplen los horarios de cierre.
Y las 24 horas del día
Las aplicaciones de juegos en línea, las páginas web de casas de apuestas y las redes sociales, son una puerta de entrada accesible a la ludopatía, siempre abierta para niños y adolescentes que pasan el tiempo frente a sus pantallas, muchas veces sin control o supervisión de un adulto.
La publicidad de estos sitios abiertos las 24 horas, usa referentes famosos, como deportistas o artistas, haciendo que sea aún más atractivo para los menores.
¿Por qué los adolescentes se enganchan?
El juego es una actividad positiva en la vida de cualquier adolescente, ya que permite el desarrollo físico y psicológico, facilitando el aprendizaje de normas y habilidades sociales.
Pero no todos los juegos son iguales.
La ludopatía se desarrolla con juegos que tienen capacidad adictiva, es decir, juegos en los que el tiempo que transcurre entre la acción y la recompensa es muy corto.
La inmediatez del resultado de los juegos de azar hace que esa gratificación pueda acabar alterando a nivel psicológico al jugador, produciendo un alto nivel de excitación, y más cuando hablamos de remuneración económica.
Existen factores de riesgo y perfiles habituales de los adolescentes ludópatas, sin embargo, dado que es una etapa conflictiva, en la que se asientan los cimientos de la identidad y la personalidad, podríamos decir que ningún adolescente está exento de correr el riego.
Por norma general, en esta etapa suelen ser muy impulsivos, y tienen la necesidad de buscar o experimentar nuevas sensaciones, esto, sumado a la dificultad natural de la etapa para gestionar emociones, crean un perfil vulnerable.
También se deben sumar los factores externos, como la presión social de la que son susceptibles con su grupo, la falta de comunicación y supervisión de los padres y la cantidad de horas u oportunidades que tiene el/la adolescente para acceder al juego.
Los adolescentes que tienen pocos intereses deportivos o culturales pueden ver en el juego un espacio que sustituya a la socialización, una vía de escape para olvidar los problemas o huir de la monotonía cotidiana.
¿Qué consecuencias tiene?
La adicción al juego produce la repetición de una conducta o acción que resulta placentera. Como toda adicción, cada vez se va necesitando más cantidad o dosis para tener el efecto deseado, lo cual se traduce en una gran pérdida de control, en estos momentos, el/la adolescente tendrá consecuencias inmediatas en su entorno:
- Abandono social o aislamiento: Cuando el juego empieza a ocupar un lugar preferente en las rutinas, se puede abandonar las relaciones sociales (amigos/as, pareja, etc.). En algunos casos, se producen rupturas de amistades debido al tema económico.
- Cambios bruscos en la personalidad: La necesidad constante de jugar puede producir cambios de humor o en la conducta, como falta de comunicación, cambio de hábitos alimenticios, irritabilidad o agresividad (síndrome de abstinencia).
- En el entorno escolar: El pensamiento recurrente es el de jugar, por lo que las responsabilidades como estudiante pasan a un segundo plano, el rendimiento escolar puede verse mermado, además, por el absentismo.
- En la familia: El adolescente adicto al juego se convierte en una persona mentirosa y poco sociable también con la familia. Las discusiones son constantes y la comunicación se torna inexistente. Con frecuencia este es el epicentro del sufrimiento que puede generar la ludopatía.
- Problemas económicos y legales: Al tratarse de un juego cuya gratificación inmediata es la económica, se producen situaciones en las que el adolescente recurre a mentiras, o incluso robos para continuar jugando.
Abordar la ludopatía en esta etapa puede suponer también tratar con otros problemas como ansiedad social, consumo de sustancias o depresión.
¿Qué podemos hacer?
Hablamos de un problema social, en el que no podemos dejar de lado la responsabilidad de Estado, esperamos que en breve la administración se haga cargo de poner controles y regular los espacios físicos y virtuales del juego de azar.
Pero mientras esto siga siendo tan accesible a los menores, debemos ser conscientes que el riesgo está ahí y es real.
No es un vicio, no es que el niño niña “está enganchado”, es que puede que estemos hablando de ludopatía…algo que hasta ahora nos sonaba lejano y con tintineo de tragaperras.
La primera acción para tener en cuenta, es mantener la comunicación con nuestros hijos, sobrinos, alumnos y todos los menores que nos rodean.
Generar un entorno de confianza, que les motive a abrirse y evitar el aislamiento, propiciar las actividades sociales, deportivas o el juego al aire libre y darle las herramientas para que el adolescente consiga alejarse de las conductas de riesgo.
En caso de sospecha de ludopatía, no enfrentarse al menor directamente y buscar ayuda profesional que ayude a mediar entre vosotros y a superar la adicción.