20 de febrero de 2020

Madre

“En un momento de mi vida, en lugar de adoptar un par de gatitos, irme de vacaciones cada año a un sitio más exótico que el anterior, salir de fiesta día sí y día también y mantener mi figura tal y como era… decidí ser madre.

Embarazo

Las hormonas. De repente, era una hormona con patas y con mucha barriga. Al principio tienes prisa porque se te note, que nadie piense que estás gorda y venga a tocarte la tripa una y otra vez. Luego ya no hace ni falta y es más un tocarla para sujetarla, porque pesa lo suyo. A veces me sentía un muñeco tente-tieso, de esos que no se caen sino que oscilan.

A pesar de los pedos, las ganas de hacer pis permanentes, las piernas hinchadas, las náuseas y las infinitas pruebas y análisis de sangre, de orina y de todo que te tienes que hacerte… con todo y con eso, el embarazo, al menos el primero (que la cosa cambia mucho con los siguientes, no te voy a engañar), es una etapa maravillosa. Te cuidas, te cuidan, tienes permiso para quedarte toda la tarde tirada en el sofá haciendo nada… Eres el centro.

Parto

El embarazo no dura toda la vida. Es verdad que tienes ganas de que nazca tu bebé y esas cosas, pero nadie te prepara para lo que viene. Empezaré diciendo que creo que, tanto madres como padres, deberíamos prepararnos psicológicamente, con ayuda profesional, durante el embarazo y los meses posteriores al parto.
Nada es tan intuitivo como te dicen. Para empezar, un día eres el centro y, al día siguiente, no eres nadie; tu bebé lo es todo. También para ti es importante, no voy a decir que no, pero estás con tus partes en carne viva, literalmente, puede que hasta con puntos… y esa barriga colgandera, nadie te dijo que al parir no se iba la tripa y mucho menos que se te iba a quedar “eso”. Casi no puedes andar, ir al baño es todo un triunfo, tienes las tetas hinchadas y ya no puedes dedicarte sólo a ti. En resumen, tienes que aprender a ser madre, a la vez que tienes que reencontrarte contigo misma.

Ya no eres la misma:
– Esa tripa colgandera y flácida
– Te duelen los puntos
– Te duelen los pechos
– Estás cansada
– El mundo entero espera que estés contenta

Depresión postparto

Las madres, sobre todo las primerizas, tienen que estar contentas. ¿Por qué? Porque es así, porque así lo hemos marcado en la sociedad (las personas que formamos la sociedad, que la sociedad no es un ente). No puedes acabar de ser madre y estar triste. No puedes acabar de parir y no querer coger a tu hijo. No puedes tener ganas de llorar a cada minuto. Es así: si acabas de ser madre, tienes que sonreír y decir que es lo mejor que te ha pasado en tu vida.
La primera vez, tuve ganas de llorar casi cada día durante toda la lactancia, de hecho lloraba mucho; eso sí, en privado y sola. La segunda vez, la tristeza me duró mucho más, diría que hasta un año después de parir. ¿Qué hice? Comerme los mocos. Reír. Hacer chistes. Disimular. No hablar. Es incómodo que una madre con un bebé en brazos te diga que no es feliz, que no puede parar de llorar, que quiere volver a ser la de antes y no sólo físicamente, que también.

Por suerte, cada vez hay más mujeres que cuentan la realidad de la maternidad. ¿Por qué me siento culpable si salgo a cenar sin el bebé? ¿Por qué no puedo separarme de él? ¿Por qué me siento culpable siempre? ¿Por qué estoy triste?

Han pasado años de todo esto y aún me siento culpable por aquella época.

– Tenía que haber pedido ayuda
– Tenía que haberlo hablado con la gente cercana
– Habría sido mejor si me hubiera informado

Soledad

Para mí la maternidad, además de todas las cosas buenas que tiene y en las que no me voy a detener porque ya las tenemos en los decálogos de felicidad femenina tan manidos… la maternidad, los primeros años de la maternidad son soledad e incomprensión.
¿A quién le cuentas todo esto que pueda comprenderte? No ya es que sepa comprenderte, o que realmente lo haga… es que quiera admitir en público que te comprende, que también a ella le pasó. Hablar de la oscuridad de la maternidad no resta importancia a la parte buena de ser madre, pero sí que ayuda a las que vivimos nuestros primeros años así.
Que no haya ni una madre más que venda la imagen idílica de la maternidad, del embarazo o del parto. Que todo el mundo ponga sobre la mesa los puntos que le dieron en el coño y lo que dolían. Lo que dolió también la vuelta a las relaciones sexuales tras el parto. La inseguridad permanente, las noches sin dormir, las discusiones de pareja, sentirse juzgada en el cuidado del bebé por la suegra, la vecina y la prima de su prima, la pérdida de memoria durante el embarazo, la sensación de vacío cuando pares y todo empieza a girar alrededor del bebé y tú ya no eres nadie, el cansancio total y absoluto de los últimos meses de embarazo, la mierda que es ver tus tetas después de la lactancia cuando te agachas en la ducha, la recuperación lenta de tu autoestima con esa barriga colgandera que no se va, el miedo permanente a que le pase algo a tu hijo, el sentimiento de culpa para siempre… Nadie me contó la oscuridad de la maternidad, sólo lo bonito, incluso esas mentiras que la gente se cree a base de repetirlas. Querría haberlo sabido, para ir preparada.

Volver a la vida tras ser madre

Hay mujeres que tienen la suerte de no tener consecuencias laborales por ser madres. Ni fue mi caso, ni es el de un porcentaje muy alto de mujeres en España. No es suficiente con pasar por todo lo anterior, como para volver al trabajo, con menos ganas que un piojo, y sentirse ahí también inútil y despreciada. Por resumir, te diré que todo acabó en un despido, después de tiempo minando por completo la seguridad que me quedaba en mí misma.
Somos muchas las mujeres a las que nos han menospreciado, ignorado e, incluso, echado de
nuestro puesto de trabajo por ser madres. Las mujeres trabajamos embarazadas (con todo lo que eso conlleva, tanto a nivel físico como psíquico) y nos reincorporamos al cabo de unos 5 meses, con suerte. Queridos, un embarazo no es sólo tener tripa; es también tener problemas de circulación, vómitos en muchas ocasiones, pérdida de memoria y capacidad de reacción puntual, cambios hormonales, etc., etc., etc. Y esto no se acaba cuando pares, no señor. Las hormonas no vuelven a su sitio al salir el bebé por ese
agujero pequeño por el que salen y que tú y yo sabemos (ese es otro tema a tener en cuenta,
cómo cojones sale un bebé por ahí, con su cabezón, pues abriéndose como la boca de una
anaconda comiéndose una cabra, con todo lo que supone).
Hay mujeres que sufren depresión postparto (muchas no diagnosticadas por ignorancia, aquí levanto la mano), problemas físicos como consecuencia del parto o del embarazo, desajustes psíquicos más allá de las hormonas, mujeres que no nacieron madres y, de repente, tienen que aprender a marchas forzadas y con el
método de prueba y error, ganas de llorar y de reír sin razón alguna, noches de insomnio por bebés gritones, problemas sexuales con su pareja derivados del embarazo, del estado mental o físico (anaconda abriendo boca, recuerda) y tantas y tantas cosas de las que la sociedad no parece ser consciente o que prefiere silenciar. Pero de esto también tenemos parte de culpa las mujeres, porque vamos de guays de la vida, somos todas unas valientes. Aquí parimos y no ha pasado nada, nuestra vida sigue, a costa de nuestra salud, intentando seguir el mismo ritmo de vida que antes de tener hijos, para que nadie nos eche nada en cara. Una mujer moderna es una mujer valiente. Mujeres arrolladoras que pueden con todo.
Maldita sea, yo ni puedo con todo, ni quiero. Yo ya no tendré una baja maternal como el sentido común debería mandar, esa es verdad, pero que la tengan las demás.

El papel de la madre en la sociedad

Amigos, a la mujer se le pide ser madre para que la sociedad no se vaya al garete (recuerdo aquí que las pensiones se pagan con el trabajo de personas que son hijos de alguien, lo mismo que el dinero del estado sale de los impuestos de la gente, que también es hija de alguien… vamos, que la sociedad se mantiene porque hay personas que nacen de mujeres), se le pide ser profesional, mientras mantiene una lucha constante por ser considerada laboralmente (y económicamente) al mismo nivel que los hombres… pero ambas cosas son incompatibles, tal y como está montado el chiringuito a día de hoy. Y de esto tienen la culpa muchos hombres pero, también, muchas mujeres.

Poder ser madres, si es lo elegido, es algo maravilloso… pero doloroso. El proceso es duro y difícil y muchas mujeres no hemos nacido madres ni tenemos el instinto a flor de piel. La maternidad acaba siendo un proceso de autoconocimiento y, como tal, es dejarse de quererse para acabar conociéndose mejor, reencontrarse y, por fin, terminar aceptándose, cambiando cosas que no te gustaban de ti misma.
En el camino dejas mucho, van cambiando las circunstancias, el tiempo que vuela y tú, con los años, vas consiguiendo reconocerte en el espejo y quererte cada día un poco más, mientras vas buscando los huecos para cuidarte, pedir ayuda cuando la necesitas y no volver a dejarte pisar por nada ni nadie.
Ni por ti misma”.

Si deseas acompañamiento en tu proceso de maternidad, contáctanos.

Carmina es una escritora colaboradora del Centro, que pone en palabras con cierta dosis de humor, las angustias cotidianas que nos preocupan a todo el mundo.

Artículo escrito por Carmina.