13 de septiembre de 2022

Mamá Manzano, una metáfora sobre el Alzheimer

Escribí Mamá Manzano mientras mi abuela se estaba muriendo. Fue un proceso tan doloroso como liberador y, también, necesario; algo así como una montaña de sentimientos amontonados, no sólo acerca de la muerte de mi abuela (lo terminé una vez ya no estaba), sino también sentimientos atascados, miedos y nudos en la garganta. Un resumen, vaya, de todo lo que bullía en mi interior.

Básicamente, Mamá Manzano es una metáfora sobre la pérdida de identidad de una persona con Alzheimer.

Es alzheimer, pero podría ser cualquier circunstancia que hiciera a esa persona dependiente. Habla del camino irrevocable que Mamá Manzano sigue y del que es consciente. Del dolor que le conlleva saberse abocada a olvidarse y olvidar, a dejar de ser ella, sus pequeñas rebeliones y su lucha.

Qué pasa cuando tu madre se muere.
Qué pasa cuando te olvida.

También habla del amor incondicional y del cariño verdadero: de las personas que son su red (todos deberíamos tener esa red y cuidarla), que la cuidan y la protegen, que incluso cambian su vida para que ella esté lo mejor posible, en ese camino que le ha tocado y contra el que no le queda otra cosa que hacer que aceptarlo.

Cuánto sufrimiento hay en las personas cuidadoras -qué maravilla, qué dedicada, dicen-, cuántas huellas le quedan en el corazón y hasta en su identidad que, muchas veces, se queda por el camino. Porque no sólo un enfermo de Alzheimer pierde su identidad; las personas podemos perderla varias veces a lo largo de la vida.

Cuidar durante un tiempo relativamente largo de una persona dependiente, tenga o no Alzheimer, puede producir muchas contradicciones y un dolor inmenso, que no desaparece con la muerte del enfermo.

Se cuida de mil amores, se atiende, se cambian cosas y hasta la vida entera, si hace falta. Todo por esa persona querida a la que se cuida.

Por el camino, se queda tu vida, que la retomas a trocitos y cuando puedes.

Por el camino te quedas tú, porque pasas a ser un apéndice de la persona enferma.

Por el camino te llenas de contradicciones que te hacen replantearte hasta tu integridad moral. ¿Deseas su muerte? Dicho así, suena fuerte, pero así es: se llega a desear que la persona muera y pueda, por fin, descansar. Pero es un deseo que no es puro, por decirlo de alguna manera, ni desinteresado. A veces quiere una -necesita- recuperarse, descansar, volver a su vida, liberarse de esa carga… y no pasa nada. Pero esto no se habla, qué feo sería. “Ojalá que se muera pronto” y en ese “que se muera pronto” hay también un punto egoísta: “ojalá que yo pueda volver a la vida”.

Cuando la persona se muere, se te cae encima el peso de todos esos pensamientos naturales y casi incontrolables que hayas podido tener durante el proceso. Te sientes injusta, te sientes vacía, de repente ya no tienes un propósito, ni eres el apéndice de nadie… quién eres, qué haces ahora con esa vida que querías de vuelta y que ahora está tan vacía. Has perdido tu identidad.

Te has roto y ahora te toca probablemente dejarte ir, fragmentarte e ir eligiendo qué pedazos te quedas, cuáles ya no te sirven y qué nuevas partes integras en ti.

En cualquier caso, aunque todo suene triste -y hasta oscuro-, Mamá Manzano es la belleza del amor, y sí, la pérdida de identidad, pero qué es la vida sin momentos bajos de los que poder salir renovada y, probablemente, fortalecida. Que sería mejor de otra manera, pues seguro que sí, pero, la vida… la vida es así.

Carmen Prieto Remón

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Artículo escrito por Carmina.