24 de octubre de 2016

Retrato psicológico de un niño: “Un monstruo viene a verme”

Hace un par de semanas se estrenó en España “Un monstruo viene a verme”, la película de J. A. Bayona. Hagamos pues, un pequeño retrato psicológico.

ES un film que vuelve a tratar las relaciones materno-filiales desde un punto de vista, cuando menos, poco común –como ya hizo en El Orfanato y en Lo imposible-.

En esta ocasión la trama se centra en un niño, Connor, y en como convive con el cáncer que sufre su madre y como esto afecta a todas las facetas de su vida.

Desde Argensola no queremos hacer un análisis de la película como tal, pero sí que nos gustaría apuntar una serie de conceptos relevantes desde un punto psicológico, que se ven reflejados en la película.

Si no has visto la película, no te preocupes, este post está libre de spoilers.

La utilidad de la fantasía

Desde el título queda claro que la fantasía es un punto central de la trama y es a través de ella como vemos que el personaje de Connor hace frente a todo lo que necesita digerir.

Resulta muy ilustrativo ver como sus fantasías conectan con la vida real y le hacen aprender y reaccionar ante ella.

La psique infantil funciona así en muchos casos y no es la primera vez que vemos esto en una expresión artística.

No comprender que un niño necesita esta fantasía y estos mundos de escape para digerir situaciones reales es un error, tal y como también se muestra en la película a través del personaje de su abuela (Sigourney Weaver).

El papel de la abuela

La abuela además, ejerce el rol de controladora ante Connor: es quién se encarga de poner reglas, establecer límites y organizar la vida del niño.

Es la figura que más entra en conflicto con él y por eso, ante sus ojos, se tiñe con matices de villano.

Es muy habitual que los niños establezcan perspectivas similares ante los padres y madres que asumen –al menos a veces- ese rol.

Sería un error dejarse intimidar porque el niño albergue esos sentimientos puesto que, tal y como hablábamos en otro artículo, los límites también son muy necesarios.

En la película, lo resuelven muy adecuadamente en la conversación que la abuela y Connor mantienen al final del metraje: un gran ejemplo de esa necesidad de entendimiento, esa racionalización y empatía que es necesario que haya entre padres e hijos.

La negación y la culpa

El monstruo que viene a ver a Connor, en realidad lo visita por todas esas emociones que él por sí solo no es capaz de digerir y comprender.

Ante una situación tan extrema para un niño como es vivir el cáncer de una madre, sensaciones como la culpa o la negación son más que habituales y se expresan en muchas ocasiones como se ve en la película: ira, rebeldía, apatía…

El tema de la película, de hecho, es ese y el argumento se centra en todo el proceso.

Sin entrar en spoilers, ese es el final feliz que podríamos esperar: que Connor aprenda a gestionar todo eso y a convivir con ello.

“Un monstruo viene a verme” retrata de manera muy humana los aspectos de la psicología infantil sin caer en simplificaciones maniqueistas ni en estereotipos.

Una película muy disfrutable –aunque, no lo neguemos, para llorar- de la que también podemos aprender mucho. Por eso nos alegramos de que esté resultando ser un éxito en taquilla.