Ansiedad en adolescentes

¿Por qué ansiedad en la adolescencia?

La adolescencia es un momento vital de ansiedad natural, porque es una etapa clave en la evolución de la personalidad. Los adolescentes viven grandes cambios y confusión, fuertes movimientos internos y búsqueda de identificaciones, es lógico que genere ansiedad.
Su importancia se debe a que representa el tránsito de la infancia a la adultez, un pasaje difícil, laborioso y conflictivo consigo mismo y como consecuencia, con los demás.

Pubertad: entre 12 y 14 años

Comienzan cambios de todo tipo, físicos, corporales, sensoriales (despertar de la sexualidad), cambios escolares, cambios de intereses y sociales.

El grupo de amistades adquiere mucha importancia, se hacen nuevas amistades, el/la adolescente necesita estar con sus iguales para empezar a salir al mundo. La familia y la casa comienzan a estar en un segundo plano.

A nivel cognitivo, a partir de los 12 años se tiene facilidad para elaborar teorías abstractas y surge la reflexión libre. Esta etapa se centra en el desarrollo de la identidad: percepciones nuevas del sí mismo y ocupar un lugar en el mundo exterior y en el grupo. La pregunta que se hacen es ¿Quién soy?

El acontecimiento generador de estrés suele ser el paso del colegio al instituto, que supone cambios académicos, cambios de amigos, representa crecer y dejar atrás una etapa de la infancia. Todo esto puede provocar síntomas de ansiedad.

Entre 15 y 18 años: 

Los cambios generadores de estrés en esta época son el final de la Secundaria y Bachiller, los cambios corporales y los cambios sociales. El prepararse para su futuro laboral, pasar por la Selectividad, decidir una carrera o ponerse a trabajar, así como salir de casa de los padres para estudiar fuera,… supone un gran motivo de angustia para jóvenes que sienten que deben comenzar a decidir por sí mismos, a tomar las riendas de su vida, a madurar y a dejar de ser niños y niñas.

Esto supone un conflicto entre los deseos de independencia y libertad y el miedo de hacerlo mal o de soledad que puede provocar síntomas de ansiedad.

Síntomas de ansiedad en adolescentes:

  • Inseguridad, perfeccionismo, con gran necesidad de recibir la aprobación de los demás.
  • Baja autoestima y poca confianza, complejos de inferioridad, por defectos reales o imaginarios.
  • Introversión, retraimiento, hermetismo, reducción de las actividades.
  • Vivir en constante conflicto sin resolver.
  • Agresividad, irritabilidad, rebeldía extrema ante los padres.
  • Madurez forzada. Aparentan ser más maduros de lo que son realmente, para ocultar sus carencias.
  • Confusión, ausencia de proyectos o de puntos de referencia.
  • Papeles diferentes en distintos contextos (comportarse fatal en casa y ser un encanto fuera de ella).
  • Aislarse, distanciarse, debido a su propia lucha por lograr la independencia.
  • Sentimientos depresivos. Desmotivación. Pesimismo sin fundamento.
  • Reacciones desproporcionadas ante el estrés, problemas de adaptación, incapacidad para superar situaciones habituales de la vida.
  • Agresividad y decepción con la familia o con la sociedad y quieren cambiarlo todo. Proyectan y culpan al entorno de  lo que no les gusta. En el fondo se sienten solos y sin recursos para desenvolverse en ese entorno, lo que les crea impotencia y frustración.
  • Trastornos de la alimentación: anorexia o bulimia. Una forma habitual de canalizar su ansiedad es a través de la comida.
  • Conducta antisocial: no acata ni acepta las normas, desobediencia, rebeldía, vandalismo.
  • Ponerse en situaciones de riesgo: fugas, ausentismo escolar, actividad sexual inapropiada, peleas, conducción temeraria, abuso de las sustancias como tabaco, alcohol y drogas e incluso conductas delictivas. Todo esto son mecanismos para evadirse de una realidad que no soporta.

   

Recomendaciones:

Revisar mi ansiedad como madre/padre:

Lo primero a plantear es diferenciar las emociones entre padres e hijos. Esto significa que es básico revisar nuestra actitud como padres para detectar las propias dificultades a la hora de hacer frente a las circunstancias que estamos viviendo y tener cuidado en no proyectar determinadas emociones en los hijos. Esto supone revisar mis propios miedos y ansiedades, y que puedo estar transmitiendo a mi hijo/a sin querer.
Es algo muy común que los padres proyectemos cosas propias en nuestros hijos y detectarlo resulta a menudo difícil por miedo a reconocer nuestros propios miedos.

Para ayudar a mi hijo/a  he de preguntarme con honestidad ¿podría tener yo angustia? ¿por qué? ¿qué conflictos hay a mi alrededor?

Antes de abordar la ansiedad de mi hijo/a, debo atender mi propia ansiedad y poner los medios para resolver la situación. La mejor forma es ser consciente de ello y coger perspectiva, hablar con otros adultos, pareja, amigos… En muchos casos una terapia ayuda a aclarar y a pensar mejor, además de ser un buen soporte para reforzarnos en la tarea de ayudar a mi hijo/a.

Cuidarme es un modelo poderoso para mi hijo/a, para que imite y aprenda la capacidad de autocuidado.

Cómo ayudar a mi hijo/a con su ansiedad:

La terapia para adolescentes es una de las opciones, pero debemos empezar por tomar acciones personales.

  • Atender sus llamadas de atención, no despreciar sus temores y tratar de entender que hay algo más, que probablemente lo esté pasando mal y que muchas veces ni siquiera es consciente.
    Esto no significa hacer caso y ser cómplices de sus miedos, sino prepararnos para escuchar qué pueden significar.
  • Recolectar información de varias fuentes diferentes, para ello hay que tener en cuenta la valoración de otros familiares, profesores del colegio, tutores, cuidadores, y médico o pediatra.
  • Examen físico completo, puesto que muchos problemas médicos producen síntomas que imitan trastornos de ansiedad. Cuando se excluyen los trastornos médicos, deben buscarse otros factores que originen la ansiedad.
  • Detectar acontecimientos cotidianos que pueden ser importantes para el/la adolescente, aunque como adultos nos puedan resultar intrascendentes, para un adolescente pueden ser significativos, tales como el nacimiento de un hermano, la entrada al instituto, una pelea con otro compañero, un cambio de profesor, una crítica de alguien, la dificultad en alguna materia escolar, una cita, un compañero que le presiona, etc.
  • Hablar de todo aquello que teme, de cómo se siente. Permitir que se desahogue y exponga todas sus preocupaciones, dudas y sentimientos. Es importante darle tiempo para que se exprese, y no taponar su momento de apertura con consejos rápidos (esto solemos hacerlo para calmar nuestra propia angustia ante su dolor). Hay que dejar pacientemente que la expresión de su fantasía salga, y asegurarse de lo que realmente quieren saber ¿Qué le inquieta? ¿qué es lo peor que podría pasar? ya habrá tiempo para recomendarles que hacer.
    Cuando aprenden a expresar sus inquietudes verbalmente, es conveniente darles nombres que puedan poner a sus sentimientos. Esto les tranquiliza porque pueden nombrar y explicar su angustia, que antes era como un gran caos inexplicable en su interior. Así el miedo se vuelve menos poderoso. Sería adecuado tener varias conversaciones para ir asentando la comprensión. Buscar ratos para charlar con escucha activa.
  • Actuar como modelo de conducta: No dar consejos ni discursos teóricos, sino actuarlos.
  • Animar y reforzar, felicitarlo por los avances, por las cosas que hace bien, sin exigir perfección ni rapidez. Interesarse por la evolución del problema sin presionar. Entender que es un proceso, y que a medida que se vaya sintiendo seguro/a, se verá más capaz y las cosas le saldrán mejor.
  • Fomentar su autonomía para la resolución del conflicto, no ser directivo, y dejar que se enfrente por sí solo a sus problemas y que tome sus propias decisiones.
  • Brindar confianza, seguridad y amor incondicional: Ofrecerles confianza, cariño y apoyo, aunque no lo acepten abiertamente sabrán que pueden contar con ello. Esto no significa hacer las cosas por él/ella. Crear una atmósfera de aceptación, disminuir el nivel de exigencia. Éste debe ser realista e ir acorde con la capacidad del adolescente, aceptando sus limitaciones.
  • Ayudarle a afrontar los cambios, cambio de colegio, cambio de domicilio, cambio de amigos…
    entender que implica un proceso de despedida. Escuchar sus dificultades y tratar su problema con respeto. Respetar que tiene que hacer el duelo, antes de poder disfrutar de la nueva situación, no meter prisa, no quitarle importancia, en estos momentos necesita especialmente mucha protección, apoyo y referentes.
  • Es saludable que el adolescente tenga su propio espacio personal (tanto físico como psíquico), su habitación a su gusto, sus momentos de intimidad, sus ratos con sus amigos, etc. También es bueno, que al igual que él necesita sus espacios, los familiares tengan los suyos propios, estando ahí, pero oxigenando las relaciones. (salir con otros adultos, momentos para la pareja…etc).
  • No convertir su ansiedad en el centro alrededor del cual gire toda la familia. No hay que estar constantemente pendiente de su angustia, esto sólo refuerza e intensifica el problema.
  • Fomentar hábitos saludables, comer de forma sana y equilibrada, realizar ejercicio físico de forma habitual. La buena alimentación y el ejercicio físico. Orden, estabilidad y rutinas sanas.
  • Animarle a encontrar intereses y actividades que le gusten y promover nuevas experiencias.
    Es beneficioso que tengan un proyecto a largo plazo.
  • Cultivar las relaciones sociales: el apoyo social es un gran pilar en la vida. Dejar que realice salidas y excursiones con sus iguales, ir a cumpleaños, dormir en casa de amigos,..Cuantas más amistades tenga sentirá más apoyo para superar sus problemas.
  • Transmitir tranquilidad y paciencia mantener la calma, no asustarse ni angustiarse demasiado.
  • Si se detectan conductas autodestructivas, tales como trastornos de alimentación, drogas o conductas delictivas se recomienda acudir a un profesional en terapia para adolescentes, que le ayude a transitar por este momento de confusión sin ponerse en riesgo.
    Insistirle en que pueden pasar por conflictos propios del inicio de la edad adulta, pero hay que mantener la capacidad de autocuidado.
  • Actitud firme en las decisiones y no dejarse llevar ni presionar por los cuestionamientos o reproches. No olvidar que el/la adolescente necesita pelearse para separarse y adquirir su propia identidad, esto es sano y natural.
  • Pedir ayuda profesional si se necesita, ya que la terapia para adolescentes es una manera de ayudarles si los padres están desbordados con la situación, y sienten que no pueden con el problema de su hijo/a.
    La terapia para adolescentes es un apoyo donde el/la adolescente podrá tener su propio espacio para pensar.