17 de enero de 2018

¿Cómo vas con tu lista de Propósitos?

Ya estamos a mediados del mes de enero ¿Cómo vas con tu lista de propósitos de año nuevo? Esa que hiciste al tomar las doce uvas: “este año si aprenderé inglés” “me apuntaré al gimnasio” “dejaré de fumar” “ordenaré el cajón de las facturas” “no me comeré las uñas” “prometo levantarme cuando suene la alarma” “leeré más” “ahorraré para ese viaje”… ¡ESTE AÑO SI!”… ¿Eres de los que el 31 de diciembre viven el día de la marmota, donde solo se repiten continuamente los despropósitos… ?

¿Por qué nos ponemos propósitos de año nuevo y por qué a veces los abandonamos?

El momento en el que se acaba un ciclo suele ser idóneo para sacar conclusiones y revisar los objetivos cumplidos o pendientes, es por eso que al empezar un año nos damos una nueva oportunidad de comenzar o retomar hábitos, tareas o metas que anhelamos cumplir, pero por muchas causas no concluimos.

Proponernos a aprender algo nuevo, vivir más saludablemente o cambiar algo importante en nuestras vidas siempre es bueno cuando eso nos hace felices, cuando el propósito nos aporta algo positivo y sobre todo cuando tenemos la motivación adecuada.  Pero en ocasiones nos prometemos cumplir objetivos que distan mucho de lo que somos capaces de alcanzar.

Los primeros días del año tenemos muy claro nuestro norte, pero la vuelta a la rutina hace que aquello que nos planteamos unos días atrás, sea más difícil de cumplir. La mayoría de las personas acaba dejando por el camino de los meses un rastro de frustración y resignación al no obtener resultados inmediatos, otros sucumben al despropósito por falta de fuerza de voluntad o motivación verdadera y hay a quienes la auto exigencia les supone un nivel de sacrificio tan alto, que simplemente acaban abandonando.

Lo más importante para poder alcanzar nuestros objetivos es ser sinceros con nosotros mismos para proyectar intenciones alcanzables y acordes con nuestro ritmo de vida. Ser constantes y específicos en lo que queremos conseguir.

Un nuevo año es un nuevo comienzo, pero pretender cambiar de un día para otro algún mal hábito o desarrollar a corto plazo nuevas habilidades puede causar insatisfacción y generar sentimientos de culpa, lo que a su vez desacelera el estímulo y el ánimo que nos movía inicialmente. Siempre será mejor ir progresando paulatinamente en nuestras finalidades que decepcionarnos a nosotros mismos exigiéndonos algo que por algún motivo externo sea imposible de cumplir.

¿Y si no me he propuesto nada?

Parece que es la norma que al empezar diciembre ya tengamos la eterna lista hecha, pero obviamente no es necesario esperar que acabe el año para iniciar cambios. Cuando hacemos propósitos los deberíamos hacer por la necesidad propia de mejorar algo y no por exigencias de terceros o siguiendo una tendencia con la que no estemos totalmente identificados.  Por lo que, si no sentimos que hay un aliciente suficientemente fuerte para llevar a cabo la acción, es mejor no hacer pretensiones vacías.

No es necesario tener claros los objetivos el primer día del año como si fuesen los definitivos, siempre estamos a tiempo de reflexionar y pararnos a pensar, tampoco es necesario hacer un balance al final de cada año como si nuestras vidas fuesen empresas que deben presentar resultados ante un banco. Ante todo somos personas (con días buenos y días malos) y los años que empiezan no son una carrera. Cada uno tiene su ciclo motivacional que hace que los objetivos puedan llegar a cumplirse.

Sin entrar a filosofar, el tiempo es relativo. Si no tienes un propósito de año nuevo o si lo tienes y fallas, siempre tendrás mañana para  pensar en algo que te dé la oportunidad de sentirte mejor contigo mismo y trabajar poco a poco para conseguirlo.