19 de enero de 2017
“La mayor violencia contra alguien trans es el no reconocimiento”
El colectivo trans ha logrado un gran impulso en los últimos tiempos. Por un lado, acciones como las llevadas a cabo por la Generalitat Valenciana, dotan de un marco normativo de respeto a las personas transgénero. Por otro, la movilización ciudadana ante la censura por parte de Facebook de la campaña “niñas con pene, niños con vagina” del colectivo XXX, ha dado una idea de la visibilidad social que está logrando este colectivo.
Sin embargo, las personas trans siguen enfrentándose a muchas violencias de muchos tipos en su vida diaria. Hace algunas semanas una de nuestras psicólogas, Marjorie Gutiérrez tuvo la oportunidad de mantener una extensa conversación con un transexual que por motivos personales prefiere mantenerse en el anonimato. Lo llamaremos Fran y queremos darles las gracias por compartir su experiencia.
Debido a la longitud de la entrevista hemos preferido dividirla en dos bloques. Este es el primero.
Me gustaría empezar esta conversación con tu historia, porque eres una persona que mucha gente puede tener de referencia en cuanto a cuestiones de transexualidad
En realidad, mi experiencia choca con los modelos estáticos, porque marcan patrones fijos. En ese aspecto, no soy una “autentica” persona transexual como está concebido en los diagnósticos estructurados. Hay niños que sí se sienten como niñas desde pequeños, yo no tuve eso claro, pero sí que viví muchas violencias familiares, porque jugaba al fútbol o no quería vestir vestidos. Yo me desidentificaba con lo que hacían las niñas y me identificaba con lo que hacían los niños. Mi malestar no estaba en esa sensación de no ser, era más porque no me dejaban hacer.
En mi historia personal, desde muy “pequeñita” tuve consciencia de que me gustaban las mujeres, tenía una conciencia de deseo muy temprana y eso te hace ubicarte en una posición más masculina, eso influye en cómo vas decidiendo muchas cosas, ir buscando cumplir tu deseo.
Lo que pudo hacer pensarme como trans fue el ver a otros chicos trans. Verlo me removió de repente y me llevó a decirme “yo quiero esa opción”. Si no llego a conocer esta opción sería una “lesbiana masculina”, ni me lo planteo. Creo que las opciones pensables influyen mucho, porque para mí el cambio ha sido por conocer modelos, por identificarme. Hay modelos que no me definen, yo sigo en búsqueda, porque por ejemplo, no me identifico con una transexualidad fuerte masculina.
¿Qué podemos entender como una transexualidad fuerte?
Tener claro que te sientes un tío. En mi caso no lo tengo tan claro, estoy en proceso, no quiero cambiar mi cuerpo. Tengo claro que mi posición trae muchos problemas sociales de reconocimiento, probablemente mi experiencia no encaja con otras experiencias transexuales. A día de hoy, si tengo que pasar los test de la vida real, por un psicólogo y un psiquiatra seguramente no pase los criterios, porque tengo aún muchas cosas que no responden al patrón.
Cada experiencia es diferente, pero sí que en muchos casos tienen aspectos terribles en común: el rechazo vivido familiar y social.
Yo creo que muchos procesos se generan por desidentificación, por eso me parece tan importante comprender para poder acompañar, porque en la medida en que no te dejan hacer cosas, o te imponen un modelo, tu identidad se forja “porque yo no quiero eso que me están imponiendo”. Eso es lo que es común, y lo que está generando que la gente se vaya “al otro lado”, de tener una identidad muy fuerte para que se les reconozca, si la sociedad a lo mejor fuera mas flexible y no se impusiera tanto un único modelo, yo creo que habría otras opciones.
A nivel familiar es un tema muy complejo, incluso en el caso de unos padres muy abiertos. En el mejor de los casos, si “un niño” quiere ir en falda al colegio, saltan las alarmas de sus padres. Existe el miedo de que esa criatura sufra violencia.Reconocer ese deseo es importante, igual que cualquier tipo de diversidad. Igual que la niña que es adoptada, por ejemplo. Si queremos que haya menos violencia la debemos pensar como cualquier diferencia y no ocultarla, hablar más de ella, ofrecer espacios y dar herramientas que puedan hacer con la diferencia un más y no menos.
El tema de las violencias, es muy impactante ¿Cuándo empiezan esas violencias?¿Hasta dónde llegan?
Para mí, lo básico, lo mas violento, es que no te reconozcan por tu cuerpo. Eso es lo mas difícil de cambiar, y eso genera tal presión que te terminas planteando cambiar tu cuerpo para que te reconozcan. Es una violencia que está en muchas interacciones, incluso en los patrones de reconocimiento: uno ve “una mujer” porque intuye tiene pecho, en función de la voz…Lo más violento es que no depende de las intenciones de las personas, sino depende más de una sociedad que ha creado esos modelos: si no cambias tu cuerpo no hay reconocimiento de tu identidad. Eso es lo que hoy en día ocurre en cada interacción: que no te reconozcan es el recuerdo constante de que si no cambias tu cuerpo nunca vas a ser reconocido como quieres. Eso es lo genérico.
Luego en los aspectos concretos hay un montón de cosas. Yo te hablo como un chico trans que es diferente a la experiencia de una chica trans. Hay muchísima más violencia contra las mujeres trans, creo que se mezcla la violencia con lo femenino y con la violencia trans.
¿Por qué es tan distinto?
Porque yo voy por la calle y en general no hay miradas violentas. Si tú vas con una chica trans, que digamos que la gente intuya que es una chica trans, no te imaginas la violencia que hay en las miradas constantes. Cada mirada es una violencia. Creo que eso no lo vivimos tanto los chicos trans porque hay más margen para la ambigüedad. Igual que hay más margen para mujeres masculinas que para hombres femeninos. Eso implica que la gente me puede ver como una “mujer masculina”, pero eso no genera rechazo.
Además están las violencias cotidianas. Por el no reconocimiento, por ejemplo, el de los baños. No quiero entrar en el baño de chicos porque a mí no se me ve en general como tal. El 80% de las interacciones que yo tengo son femeninas hacia mí, y si yo entro en un baño de chicos a mí me somete a un estrés que no quiero. Si entro en el baño de chicas, lo primero que me dicen es que me vaya. Es una experiencia aparentemente tonta, pero muy violenta. Los peores lugares son los aeropuertos, los museos o cualquier espacio publico con baños para mucha gente donde sabes que tener que ir te va a generar una violencia. Yo ya ensayo diferentes respuestas, porque entiendo que una presencia masculina en un baño de chicas genere miedo.
¿Y cuáles tienes ensayadas?
“Déjame mear en algún baño porque no tengo un baño para mí” o cosas de ese estilo que puedan hacer que la otra persona pueda pensar. Encima es una mezcla curiosa. Es un imposible: por un lado te están reconociendo, es uno de los pocos espacios que me reconocen como tío, pero lo hacen con violencia, pero claro tampoco puedo decir, “Sí, soy una tía”. Es muy complicado.